7 de mayo de 2008

Perder

Perder, esa es la palabra.
Un segundo. Ese es el tiempo necesario,
o quizá algo menos.

Doce meses y doce retoños.
Doce heridas profundas que velaban
al segundero, cómplice del dolor,
del tiempo que inevitablemente pasaba,
de la crisálida rota en lágrimas;
de la sangre, que aún brotaba.

Perder, ese escalofriante sentimiento
que no necesita de un ganador.
Perder, como perdimos el control
de nuestra vida al nacer.
Esa es la palabra: perder.