24 de octubre de 2008

El Abismo

El abismo. Hoy me he encontrado con él: era increíble. Realmente tenebroso, aterrador, el fin del mundo. Un vacío inmenso entre dos vastos continentes. Mi camino se ha cortado de improvisto en un rocoso plano vertical. Continúa al otro lado, es cierto, pero ¿y si no puedo salta? ¿Qué más dará lo que espere más allá del gran salto, si es demasiado largo para mis cortas piernas? Es el final.

Pero volver atrás es inútil. He visto ya todo lo que me precede. Es verdad que algunas cosas no salieron del todo bien, pero haciéndolas he llegado hasta aquí, a esta cornisa del mundo. Tampoco puedo avanzar, pues me da miedo lo que pueda haber abajo. Es muy profundo, está oscuro, y aún no he oído la piedra que tiré al llegar.

He de saltar, es el único camino. No llegaré al otro lado, lo sé. Es demasiado evidente que mis fuerzas no darán para el gran salto de mi vida. Pero no soy un cobarde, nunca lo he sido. Quedarme en este lado sería muy aburrido, y no pienso dar un paso atrás, ni siquiera para coger el impulso del salto que estoy a punto de dar. Flexiono las rodillas, cierro los ojos, sueño que vuelo...

Ya lo he hecho, no hay vuelta atrás. Ahora, sin más tierra donde apoyarme, estoy convencido de que no conseguiré llegar al otro lado. Estoy suspendido entre dos tierras, mi tiempo se agota. En este momento, bajo el amparo de la volátil parálisis del tiempo, aprovecho para mirar por primera vez hacia abajo. Una niebla espesa y negra flota bajo mis pies, no veo el final... pero pronto lo veré, he empezado a caer. Me acerco vertiginosamente a la espesura. Pero no tengo miedo; es más bien curiosidad. Hasta hace apenas unas décimas de segundo no me había planteado esta situación. Iba a caer, era evidente, pero esa estrella, siempre presente, de la esperanza, me impedía ni tan siquiera pensar en lo que estoy viviendo. Hace frío, la espesa niebla me roza la cara, es un fino polvo gélido que penetra en mi piel y me deja sin aliento.

Al fin, he atravesado la nube. Por primera vez, y sin posibilidad de regresar, puedo ver el fondo. Un valle inmenso y verde, surcado por un río tan sinuoso como la misma existencia. Es curioso, de él emana vida, pero significará mi muerte.

Apenas unos instantes antes del silencio absoluto, no puedo pensar en nada que no sea ese valle. No bastarían las palabras para expresar su belleza, indescriptible como un sentimiento, y me alegro ahora, con total sinceridad, de no haber saltado tan fuerte como para haber llegado al otro lado. Podrán decir que estoy loco, ya lo habrá hecho quien me vio saltar. Pero ellos no han visto lo que yo estoy contemplando. Llamadme masoquista, pero esta es la mejor parte de mi vida. Esto es lo que quiero. El ABIsmo.

20 de octubre de 2008

De un gran amigo

De nuevo, y después de algún tiempo, opto por dejaros con una poesía que no es mía, pero que con solo nueve versos me ha conseguido motivar. De un gran amigo, de un hermano londinense.



Sonrió una tarde de agosto,
El oro era contemplado,
por un azul que tapado
lloraba por quedar solo.

Un vacio todo inundaba,
lo que antes cmpleto estuvo,
asi lo que antes era uno,
fue reducido a la nada.

Un eterno adios: By Lanuk

16 de octubre de 2008

La puerta

Es el punto de partida, he vuelto a llegar. Hace ya mucho tiempo que me perdí en este laberinto en el que no recuerdo ya ni cómo entré. La puerta estaba entreabierta, supongo, y mi curiosidad y la inocencia del que no ha visto el mundo me empujaron a entrar. A partir de ahí lo sospeché: no había puerta de salida. Aún así me adentré en el follaje, me perdí por entre los setos de ideas volátiles hasta que olvidé por dónde había entrado. Y entonces la vi, girando en una esquina por delante de mí, y la seguí. 

No recuerdo ya su rostro, no sé si lo tiene. Supongo que lo va cambiando, adaptando a las inquietudes y a los anhelos del que entra, pues casi todos buscan lo mismo. Pero entre nosotros no podemos vernos, y nos parece estar solos, donde sólo ella nos acompaña, donde sólo nos importa ella. Donde sólo con ella, o peor aún, con su recuerdo, estamos vivos.

Hacía tiempo que no la veía. Casi me había acostumbrado ya a no pensar en ella, estaba haciendo mi vida solitaria bajo un seto de este vasto laberinto, del que llevaba tiempo sin moverme por temor a perder ese lugar que ya había hecho mío. Pero hoy decidí levantarme. Fue esta mañana, después de haber dormido entre recuerdos de una vida pasada: soñé con el primer día, cuando entré en el laberinto de esta historia. Y entonces supe donde estaba la salida, que era la misma puerta por la que entré, y corrí a buscarla… La vi. La puerta estaba allí, esperándome. Cogí el pomo y me di cuenta. Era la misma puerta que atravesé hace tanto tiempo, y aunque estaba de nuevo entreabierta, no pude escapar.

Porque en aquella esquina, la de antaño, estaba ella. La he vuelto a ver, y a mi pesar, no la había olvidado. Quizá ahora tiene otro rostro, es posible, quizá ha mudado su piel. Pero de nuevo me ha invitado a perderme en el laberinto, y de nuevo la he seguido.


15 de octubre de 2008

Sal de mis noches

Todavía algunas veces me arrepiento

de haberte abandonado aquella tarde
sin decirte nada, fui tan cobarde...
Reprimiendo un beso, y un lamento.

Todavía a veces, y a solas recuerdo
como vi alejarse, en un sutil adiós
los soñadores ojos de mi amor...
En su quimera aún a veces me pierdo.

Y perdido ahora, trato de buscar
un motivo que te guarde para siempre
en ese cajón de lo eterno y acabado

Sal ahora de mis noches, y déjame amar;
deja que un nuevo sueño entre en mi mente.
No temas: no pisará tu suelo mojado.

3 de octubre de 2008

Nuevas esperanzas


Siempre la calma llegará después
por fuerte que haya sido la tormenta.
Siempre la esperanza permanece viva
aún en el infierno, negro, de la guerra.

Y aún en el recuerdo del amor que terminó
aparece un nuevo sueño en la noche oscura;
sólo en los caminos embarrados del amor
surge un nuevo sol, emerge de la espesura.

Ven, camina entre el follaje,
acércate por los páramos de la ambigüedad.
Ven, corre a mis brazos que te esperan,
enséñame por fin un amor de verdad.
Construyamos juntos un nuevo lugar,
uno donde se termine tu tristeza, y mi soledad.
Ven, enséñame tus ojos,
observa los míos que te dicen con sinceridad:
Mírame, atraviesa esta pupila de cristal,
abre tus labios, dime... lo que sabes que quiero escuchar.

En las horas perdidas


Escucho el agua. Un rugir de espuma blanca que hace que se desmorone mi mundo de agobios y prisas inventadas, el leve sentir del tiempo, que por momentos se para.
Aquí, junto a la falsedad de mi mundo de relojes en una apartada isla dentro de la misma verja, me doy cuenta de lo insensatos que podemos ser con las prisas de este mundo insípido.
Aquí, viendo pasar las horas, comienzo a descubrir que se puede saborear, que se puede sentir, oler, tocar lentamente, sin agobios, cada minuto, en silencio, adivinando cada arruga del vórtice maligno del tiempo, de las agujas afiladas del reloj, de la peligrosa cuchilla del motor que mueve el mundo.
Aquí, ahora, sobre este césped, bajo el amparo y la sombra de los guardianes perennes, me enorgullezco de haber hallado una vida, entre las horas perdidas.