29 de abril de 2009

Dos años después


Como quien despierta una mañana sintiendo que ha dormido varios años, y al ver que en su reloj aún es temprano, intenta retomar los buenos sueños. Ésos que recuerdas como fotogramas de una película que te enamoró, pero cuyas figuras no puedes definir con certeza. Y piensas en ellos, y vuelves a pensar, te animas, te desanimas, oprimes tu cabeza contra la almohada, vuelves a mirar al reloj, que irónico te indica que han pasado otros dos minutos... o quizá dos años. 

De repente, entre ráfagas de sombra y luces débiles, observas como las cifras rojas del despertador se inmovilizan mientras vuelves a caer en el mismo sueño... ése que pudo borrarse hace apenas un rato, pero que decidiste mantener vagamente en tu memoria con la esperanza de un rescate que se antojaba imposible, pero que finalmente, has logrado. 

Y ahora el sueño se repite con la misma intensidad, reforzado incluso por la pequeña dosis de realidad que le dieron tus dos minutos de lucidez. Con la misma dulzura, con la misma belleza, con la misma voz... y te vuelve a enamorar. Sabes que muy pronto habrás de despertar violentamente, pero sin dejar de visualizar el sueño, alargas tu mano hacia el despertador, y con un suave golpe, le pides dos minutos más... o quizá otros dos años.

No te preocupes, me dijo, entre un abrazo de despedida, y sentí que había escuchado todo lo que mis labios no pudieron decirle.



Gracias Abi.


Hoy me sobran besos


Hoy me sobran besos.
Todos los que no te he dado,
todos los que me he callado,
todos los que te he guardado
para el próximo abril.

Hoy me sobran besos
y me faltan palabras para decir
todo lo que no te he dicho,
todo lo que me has leído
y te guardas para tí.

Hoy me sobra tiempo,
porque yo lo he detenido,
porque yo he decidido 
que era el día.

Hoy me sobra todo
lo que tengo.
Hoy me sobra todo
lo que anhelo.
Hoy me sobra todo... menos tú.

Noche de feria


Oh querido rebujito,
que mi garganta frecuentas,
cuando a mí vienes fresquito,
renegar de ti no puedo.
Que no me falte vasito,
que en feria sin ti me muero.



...camino de vuelta a casa, 1:00 a.m, y entre las manos 
el plan que habría de salir perfecto al amanecer.

26 de abril de 2009

Llegó el día


Ya no siento que me ahoga la nostalgia 
y me encuentro cansado de llorar. 
Ya no importará más quien gane. 
No quiero de esta fuerza escapar. 
Volaré por las estrellas una a una 
en el brillo de tu cara y tu mirar. 
Pediré al Sol que toda mi fortuna 
sea un rayo perdido en alta mar. 

Sin saber que no me vale. 
Sin saber que no me sirve. 

Ahora siento que llegó el día, 
que tengo ganas de vivir, 
de atravesar los muros y ruinas 
que aunque pase el tiempo están ahí, 
y florecer como un hombre nuevo 
sin miedo a las tragedias por venir. 
Regalarle a la vida todo el fuego 
de tus ojos y tus ansias de vivir.

(Iba vestida la aurora con rayos de Sol 
y en los cabellos prendida llevaba una flor)



Llegó el día - Triana



...porque siento que el día ha llegado
Todo saldrá bien


24 de abril de 2009

La muerte de Pepito Grillo


Hoy ha muerto Pepito Grillo,
la conciencia de muchas personas.

Falleció de pena y desolación
por encontrarse inútil en muchas vidas,
por no sentirse escuchado apenas,
por las mentes que perdieron los oídos,
que prefirieron hacer crecer sus narices
hasta más allá de su propio ego.

Descansa en paz Pepito Grillo,
los que aún están despiertos no te olvidan.


22 de abril de 2009

Casio´s Random


Puede con vencedor
el sólo siempre ambas atar,
ambas de en dos yugo 
a tan genio y un lucha las.


...de cuando el azar maltrató a Bécquer

14 de abril de 2009

Despropósitos


Se despertó tarde, aturdido por sus propios sueños. Tanto, que no estaba seguro de si lo había hecho realmente o sólo había ocurrido en un resquicio de su subconsciente. Esas cosas pasan a veces, el cerebro ordena nuestros más ocultos y pasajeros deseos para ponerlos en marcha mientras nuestros músculos descansan.

Esa noche se acostó con ganas de matar a alguien. No sabía muy bien a quién, ni tampoco con qué propósito. Quizá tuviera ganas de destruir algo hermoso, como escuchó decir a Tyler en aquella película, o quizá fuera, simplemente, esa necesidad de desahogo que sentía tras las noches de autocad. 

Daba igual, no había ya de qué preocuparse. Los sueños se nos repiten a veces con tanta frecuencia, que odiamos la incapacidad de nuestra propia memoria para traerlos al presente en cuanto el sol entra por los delgados agujeros de la persiana mal cerrada. Aparecen como fotogramas del cortometraje que vimos hace años, pero apenas hace unas horas, o unos minutos, que nosotros mismos los inventamos en algún lugar de nuestro propio cráneo. 

Recordaba sólo vagas imágenes de cuerpos mutilados, lo impregnaba por instantes un olor a carne chamuscada en una barbacoa de verano, venía a su memoria una sensación de absoluto desasosiego, y justo después una tranquilidad parecida al sentimiento de haber entregado ese proyecto en el que llevas meses trabajando, multiplicado por el placer de un orgasmo caramelizado en estrellas de chocolate helado. El clímax de lo irreal, el éxito sublime.

Sólo unos instantes después, al levantarse de la cama, se dio cuenta de lo que había hecho. Sólo al pisar el charco de sangre aún caliente, comprendió que había cosas más reales que los sueños. Pero para entonces, ya era un asesino. 

Autocomplacido con su propia muerte, la sangre aún brotaba de su herida, y los sueños venían y se iban en una lucha imposible con la propia vida, que contaba ya sus últimos minutos.

9 de abril de 2009

Córdoba


Tú la guardas Córdoba, 
bajo el amparo de los califas.
Tú me la cuidas Córdoba,
tras la piedra de tus murallas.

Tú, cristiana y mora,
que fuiste cuna de sabios,
que dicen que enamoras
como a mí, me enamoraron sus labios.

Perdona, Córdoba, si te ofendo
por querer arrancarla de ti,
de tus calles de jazmín,
de tus sueños de cemento.

Yo sé que tú me la cuidas,
que con cariño la guardas,
y que cuando yo la encuentre
no me dejarás llevarla.

Pero aún así he de ir
a buscarla donde esté
a competir contra ti.
Córdoba, perdóname.

                                       

5 de abril de 2009

Vida no hay mucha, tiempo nos sobra


El hombre es el único animal que vive atado a su pasado. Y qué bien sientan las ataduras a veces. Qué bien vienen en ocasiones esos apretones que el pasado te da, esos que te recuerdan un tiempo que no se ha quedado atrás, que sigue dentro de ti, de tu memoria, de tus sueños borrosos, de cada resquicio de tu piel.

Miras a los ojos de la gente y los encuentras más turbios, más borrosos, más cargados de nostalgia por pasajes que echan de menos. Pero no es tan difícil aclarar las pupilas de vez en cuando, basta con volver un ratito al pasado, basta con revivir momentos que casi olvidamos para aclarar de nuevo la brillantez de nuestros ojos, para dibujar las sonrisas adolescentes, para convencernos de que el mundo, incansable en su giro rutinario, no ha cambiado. El pasado está presente, y la nostalgia a veces, construirá nuestro futuro si la dejamos actuar.

Hay que mirar hacia adelante, eso dicen. Pero a veces prefiero tirar de esas cuerdas que me atan al pasado y rescatar los fotogramas que me hicieron feliz. 

Ayer me reencontré con una gran amiga. Y digo ayer porque estos dos días han pasado como uno, serán las consecuencias de no dormir. Ayer volví a convencerme de que hay amistades que son para siempre. Ayer, cuando subió al autobús, entre mi colección de besos de despedida y de inútiles esfuerzos por evitar que se fuera, supe que el tiempo se había parado hace tiempo. Hace mucho tiempo. Exactamente, se paró al conocernos. Y cuando el tiempo se toma la molestia de pararse cuando conoces a alguien, puedes tener la certeza de que jamás se volverá a poner en marcha. Porque hay cosas, que sí son para siempre.




Gracias Ali