17 de agosto de 2009

El niño y la estrella (2)



Observando una lluvia de estrellas
desde una carretera en mal estado,
frente a las luces de una ciudad milenaria,
he visto caer las más bellas.

Aquellas que con su luz
iluminaron mis ojos grises,
aquellas que un día en el cielo
parecieron ser eternas.

Las he visto caer lentamente.
Cuando su brillo se pierde,
huyendo hacia la negrura infinita,
te das cuenta que a tu lado
también hay luz.
Y tan elegantes como siempre
desaparecen sin dejar de brillar.

No me arrepiento de haber amado su luz,
potente como no vi otra igual.
Pero,
sucede que a veces,
las estrellas también caen.



Comienzo una nueva etapa, mirando aún las estrellas, pero con los pies en tierra. Y a la estrella que desapareció sin perder su brillo, la guardo en mi recuerdo. A ella dediqué el primer deseo.

11 de agosto de 2009

Alma


Pienso que el alma de cada persona es su historia. El pasado que aún tienen presente, los recuerdos que les hacen tomar decisiones en cada momento.

Es la historia de cada persona, su alma, lo único que queda de nosotros al morir. El amor de nuestros hijos, el recuerdo que nuestros amigos guardan de nosotros, el nombre que nos labramos a lo largo de nuestra vida… Es la vida de la fama de la que nos hablaba Jorge Manrique, la que sigue sobreviviendo cuando nuestro cuerpo perece.

El alma está compuesta de todas las historias que labramos cada día, y sobre todo, de todas las personas que han pasado por nuestras vidas, cada una dejando su propia huella, sus propios recuerdos, su propia porción de nuestra alma. Mi alma soy yo, mi alma es mi historia, pero también eres tú, que me lees, y la imagen que me estoy ganando en tu recuerdo. Mi alma también son mis amigos, mi familia, el cariño que les merezco… y cada momento que vivimos juntos. Y mientras haya alguien que recuerde mis palabras, mis locuras, mis tonterías del día a día, mi alma será eterna.

Mientras haya un buen recuerdo, no hay por qué temer, ni tan siquiera a la muerte.

10 de agosto de 2009

Lunes de resaca




Anoche decidí no salir, pero la gula me pudo cuando bajé a la caseta a comprar turrón de frutas, y entonces, los fuegos artificiales me recordaron que aún no había acabado la feria. Sí para mí, este año ya ha estado bien, y ha sido el único en el que no se ha hecho necesario apurar el último domingo para quedarse satisfecho.

Hoy, lunes de resaca, los recuerdos de una semana cargada de novedades y rarezas se aturrullan en mi mente pasando como negativos de esas fotografías que apenas comienzan a revelarse. Pronto la luz roja se apagará y empezarán a ver la luz esas fotografías de la historia que recién comienza, cargada de luces y colores, como una feria que siempre será recordada, a pesar de que este año, la feria en sí ha estado floja. Pero no es ella la que importa.

Gracias a todos.

5 de agosto de 2009

Cambios




Viajas con el sol de frente en un viaje de vuelta, sabiendo que todo ha cambiado para siempre. Es el mismo camino que recorriste en la mañana, cuando ibas en búsqueda de un destino que tú mismo has inventado, y al volver, recorriendo la misma carretera que llevas años pisando, sabes que todo es distinto.

La misma carretera, el mismo coche, las mismas personas y el mismo aire. Pero todo es diferente. El sol de la tarde, bajando mientras busca ya su ocaso, te dice enrojecido que ya lo sabe todo, que conoce tu secreto y que espera tu vuelta, a sabiendas de que volverás más de una vez al lugar del que ahora vienes. El lugar al que te dirigiste esta mañana para cambiar el rumbo de un par de vidas.

Todo ha cambiado. Mañana, cuando amanezca de nuevo, todo seguirá siendo igual que como era esta mañana, antes de que tú partieras. Pero el sol confidente de esta tarde, no tardará en contarle a todo el mundo tu secreto. Y si no se encarga él de pregonarlo, será tu sonrisa quien lo haga.

3 de agosto de 2009

Si el cielo cayera sobre la tierra


Si el cielo cayera sobre la tierra,
quizás pudiera verte.
Tal vez se callaran muchas bocas
si demostraras que existes.

Si el cielo cayera sobre la tierra,
no habría ángeles ni demonios,
no lucharía el creyente
en sangrientas guerras por tus promesas.
Nadie estaría por encima
del que trabaja bajo el calor del Sol.

Si el cielo cayera sobre la tierra,
iría a sus ruinas a buscarte,
te quitaría los escombros de encima,
sólo para comprobar
si en tu omnipotencia está el valor
para mirarme a los ojos.

Pero hoy no ocurrirá,
porque el cielo no cae sobre la tierra,
porque probablemente no existas,
y porque aunque existieras, Dios,
no tendrías el valor
de mirarme a los ojos.