31 de enero de 2010

El Bosque de la Luz (3)





- ¿Siembre habéis vivido en el Bosque de la Luz? - pregunté a las Alegrías.
- Depende de cuánto sea siempre. Pero las Alegrías llevamos mucho tiempo aquí, sí.
- Lo que pasa es que nos gusta viajar - añadió Sonrisa, una de las Alegrías más juguetonas y espontáneas -. De vez en cuando no vamos, pero siempre acabamos regresando.
- ¿Y todos aquí son tan viejos? - no podía parar de preguntar.
- Bueno, el Bosque es muy antiguo. Aunque nosotras nos vamos renovando, ¿sabes? Quizá por eso no somos tan inteligentes como la Experiencia.

Mis inseparables compañeras me explicaron, que la Experiencia era una tortuga muy anciana que jamás se había renovado. Llevaba en el Bosque de la Luz desde siempre. Llevaba tanto tiempo, que ni siquiera ella podía determinar su edad.

- A diferencia de ella - comenzó de nuevo Sonrisa -, los demás seres del Bosque nos vamos renovando, aunque existimos desde siempre. Pasa así con nosotras, las Alegrías, y también con el Cariño, la Nostalgia, el Amor...
- ¿El Amor? - dije sobresaltado. Había escuchado ese nombre antes, pero no recordaba dónde ni cuándo -. ¿Qué es el Amor?

Nadie me contestó.

- ¿Acaso no lo sabéis?
- Amigo mío - respondió sonrisa dando saltitos -, sabemos perfectamente lo que es el Amor. Pero si tratamos de definirlo, lo olvidaremos por completo.

29 de enero de 2010

Galimatazo


Te pisas ante lo que matan
y te plantas a buscar,
vaya el veneno a ser de cartas.
Las prisas te cambian del loco.
La de atenta caída en zapatos
al joven las voces pondrá.
Cuidado al ser niña gato,
quiso ser de las sin retorno
jugando siempre al engaño.
El tiempo la espera asustado
y bromea con su tamaño.
El As está desolado,
quizá vaya a picar algo
si no regresa la sombra
con su rotundo paso.

28 de enero de 2010

Para mi amiga


Por aparecerte en mi vida de repente.
Por ser genial desde que te recuerdo.
Por aprender a escucharnos mutuamente,
y reírnos juntos de todos los cuerdos.

Por tus amaneceres rotos
y tus malos despertares,
y porque no quieres crecer
como todos los mortales.

Por dejarme ayudarte
a darle alas a los duendes.
Por estar siempre enseñándome
a la vez que aprendes.

Por aconsejarme.
Por llorarme.
Por sonreír después de todo,
aunque se borren poco a poco
las pintadas verdes.

Porque eres mi amiga,
de las que nunca se pierden.


...feliz cumpleaños

24 de enero de 2010

El Bosque de la Luz (2)




Y fueron muchos los que hice, escoltado siempre por mis pequeñas amigas, las Alegrías, en aquel bosque de luz eterna.

Me enseñaron los verdes prados de la Paz, los turbulentos ríos de la vida, que regaban varias lagunas de lágrimas, y las fértiles huertas de la Ilusión y el Deseo.

- Todas estas regiones pertenecen al Bosque de la Luz - me dijo una Alegría.
- Guau, ¿y a quién pertenece todo esto?
- A ti, si quieres, y a todos los que vengan a conocerlo. Si llegas a saber que existe, puedes poseerlo.
- ¿Puedo poseer el Bosque de la Luz? - pregunté sin creérmelo aún.
- El Bosque y todo cuanto encuentres en el Planeta de la Vida, aunque no deberían importarte demasiado las posesiones.
- ¿Y qué hay más allá?
- ¿Más allá de qué? - Todas las Alegrías se giraron para oír mi respuesta.
- Del planeta en el que estamos. De la vida.
- Ja, ja, ¡qué importa! Preocúpate por conocer lo que hay en él, y no pierdas el tiempo en tonterías.

17 de enero de 2010

El Bosque de la Luz (1)



Dicen que los bosque serían demasiado silenciosos si sólo cantaran los mejores pájaros (Henry van Dyke).


En nuestro bosque, no había mejores pájaros. Era un bosque extraño, pequeño y soleado. Demasiado soleado. Tanto que jamás se hacía de noche. El sol duraba eternamente y las nubes, en los pocos momento que poblaban su cielo, eran bien agradecidas por sus habitantes.

La primera vez que estuve allí yo tenía, quién sabe, al menos, cien años o nueve meses, y era mi primer viaje al extranjero.
Nada más llegar, la luz eterna de aquel bosque me abrumó, y durante unos segundos, o quizá días, escuché cómo llegaban varios animales, sin poder verlos.

Al momento, cuando pude abrir los ojos, me hice amigo de muchos de ellos. Varios pájaros que no sabían volar daban saltitos a mi alrededor, mirándome curiosos. Quise preguntar, pero el Cariño se me adelantó. El Cariño era una cigüeña con forma de madre y grandes bolsillos, donde guardaba todo tipo de herramientas, según me dijo después. Fue el primer ser que encontré tras el aterrizaje en el Bosque de la Luz, y se encargó amablemente de presentarme a algunos de sus habitantes.

Me explicó que los pequeños pájaros saltarines de mi alrededor eran las Alegrías, una gran familia por cierto, y que, aunque no sabían volar, estaban dispuestas con agrado a acompañarme en mis excursiones por el bosque.

10 de enero de 2010

Liverpool




Llovía en nuestra ciudad del norte,
los cristales de mi ventana se empañaban
cuando yo dejaba huérfana mi habitación,
y emigraba a la tuya con mi almohada.

Se inundaban las calles grises afuera
mientras tú preferías apagar la luz,
y a oscuras yo te sentía más cerca
y tú eras yo, y yo, a veces, era tú.

En la calle no cesaba de repiquetear,
al ritmo constante y tranquilo de la lluvia inglesa,
ése que hace que te duermas en paz,

en una noche de verano fría.
Ése que me hacía cerrar los ojos y soñar
que mañana seguirías siendo mía.