21 de febrero de 2010

Redención


Aturdido, y sin los dolores de cabeza que le habían acompañado en aquellos días de desatino y prisas, se levantó del charco de sangre.

A sus pies dejaba un espantoso charco de aquel líquido viscoso y oscuro, pero su ropa ya no estaba manchada. Tampoco tenía ya el cuchillo en su mano derecha, ni la foto de su hija en la izquierda, esa criatura de dos años que heredó los ojos de su madre.

Extrañado, fue a buscar ayuda. Pero nadie lo escuchaba. La casa parecía estar vacía de repente, a pesar de que él podía oír sus gritos. Miró hacia abajo, de donde procedían los llantos de una muchedumbre.
Aquellas dos mujeres (los gritos procedían de la más joven, la mayor la abrazaba) se aferraban al cuerpo inerte que minutos antes era suyo.

Comenzaba a ascender, y comprendió, que ya no le importaba a dónde iba, que había dejado atrás la única vida posible, junto a sus dolores de cabeza.

El Bosque de la Luz (6)




Así comencé a caminar, absorto, sin rumbo, pero con la cabeza alta, valiente, sin miedo. Hasta que, inesperadamente, empecé a oír los saltitos cada vez más lejos de mi. Las Alegrías, mis compañeras inseparables, se estaba quedando en el camino.

Me giré para esperarlas, pero no caminaban. Sonrisa pareció dar un paso para enfrentarse a mi mirada. Amistad y Primavera me miraban desde detrás de mi pájaro favorito.

- No podemos acompañarte esta vez.
- ¿Qué estás diciendo? – mi sorpresa no pudo ser mayor -. Puede estar aquí cerca, me lo dijo la Experiencia.
- Lo sabemos – contestó Sonrisa -, pero no vamos a ayudarte en tu búsqueda de la Felicidad. Lo hicimos con el Amor, pero esta vez, es diferente.
- Pero el Amor estará junto a la Felicidad, lo sé.
- ¿Y cuál de las dos te guía? Quizá te estés obsesionando.

Las palabras de Sonrisa tenían más dureza de la que podía esperar de cualquiera de las pequeñas Alegrías, esos pájaros indefensos que ni siquiera sabían volar. Decidido, la miré como se mira a un espejo para reflejar desde mi cara su nombre, y di la vuelta. No debía mirar atrás. El camino hacia la Felicidad era mío. Y no me frenarían los pequeños pies saltarines de unos pájaros cobardes.

Solo, y abrumado bajo un sol agotador, naufragué por los senderos de un frondoso matorral de dudas, frecuentado por negros alacranes que, según me daba la sensación, transmitían tristeza en cada picadura.

Y en frente de un rosal sin flores, lleno de espinas de color odio, una imagen horrible me hizo desacelerar el paso. Sin dejar de andar, por el miedo que me infundía esta nueva situación, contemplé la escena: una mujer, desnuda, con el cuerpo demacrado por las zarzas, y la piel tostada por el incansable astro rey, miraba sin pestañear un cuadro, o quizá una ventana abierta al mar, a una playa solitaria desde la que partió, según comprendí al ver su cara, el ser al que más quiso un día, y del que ahora sólo le quedaba el frágil recuerdo del tacto de su pelo.

Reconocí a esa mujer, de la que ya me habían hablado. Le decían la loca (del muelle de San Blas), y su nombre era Nostalgia.
De nuevo, di media vuelta y corrí mucho más que antes. Debía volver porque, si realmente quería encontrar a la gran Felicidad, no debía dejar jamás a las pequeñas Alegrías.





14 de febrero de 2010

El Bosque de la Luz (5)




Dispuesto a emprender mi búsqueda del Amor, no sé si más por curiosidad o por necesidad, aún me quedaba una pregunta por hacer a la Experiencia.

- ¿Y qué tienen que ver exactamente el Amor y la Felicidad?
- Algunos dicen, joven, que ambos son nombres para un mismo ser de este Bosque. Otros dicen haberles visto a ambos de la mano paseando por aquí.
- ¿Por aquí? ¿Cerca de esta montaña?
- Cerca o lejos – las respuestas de la Experiencia nunca me resultaban concisas -, ¿qué más te da? Tanto la Felicidad como el Amor podrían estar aquí, sentados frente a ti, y quién sabe si serías capaz de verlos.

El relato de aquella vieja tortuga no despejaba mis dudas. Más aún, ahora ya tenía dos seres a los que encontrar, pues de repente un ansia por hallar a ese ser, la Felicidad, ante cuyo nombre todos los ojos que me observaban parecían brillar como luceros de una noche de verano, se convertía en una necesidad tan imperante como la de respirar. Tenía que decidirme.

- Bien, señora Experiencia – dije decidido -, no puedo perder más tiempo. Si el Amor está junto a la Felicidad, o si son el mismo ser, empezaré ahora mismo a buscar a la Felicidad.
- Empieza a andar, joven curioso, y no te pares nunca si la quieres encontrar. Abre bien los ojos porque puede estar en cualquier parte, y agudiza tus reflejos porque no se deja atrapar fácilmente.
- Lo haré. Ahora mismo – la emoción por emprender la marcha me inundaba -. Desde esta montaña… ¿qué camino debo coger?
- Joven, si vas en busca de la Felicidad, coge el camino que quieras. Sabrás que la tienes cerca cuando empieces a no sentirte perdido.

7 de febrero de 2010

El Bosque de la Luz (4)




- ¿Por qué no lo intentáis?

Por más que me esforcé, las Alegrías se negaban a explicarme lo que era el Amor. Sin embargo, no se portaron mal conmigo. Me ofrecieron hacerle una visita a la Experiencia, esa que, según decían, jamás se había renovado. La que vivía desde siempre, y lo recordaba todo.

- De todas formas chico, no deberías hacerte muchas ilusiones. La experiencia tampoco va a definirte el Amor.
- No te preocupes – añadió Sonrisa -, de todas formas, hablar con la Experiencia siempre es una gran oportunidad.

Caminamos durante horas por un camino serpenteante, y al llegar a una montaña de libros, me sorprendí al verla. Un gran tortuga oscura, que más parecía una montaña de piedra, abría los ojos lentamente para recibirnos. Ni nos dejó saludar.

- Ya sé para qué vienes, joven – dijo la Experiencia con una voz cadente y melodiosa -. Puedes irte si quieres, yo tampoco voy a explicarte lo que es el Amor.
Puedo decirte, como me dijo Hesiodo, que el Amor es el arquitecto del Universo. Puedo decirte, también, como me dijo un buen amigo, que el Amor, es la fuerza más grande que encontrarás en este mundo; pero cuidado con él, pues es la fuerza más grande para crear, pero también para destruir. No juegues con él si lo encuentras.
No preguntes más, no te lo voy a decir. Por mucho que te cite a sabios pensadores, jamás sabrás lo que es el Amor. Quizá, piensa esto bien, sea sólo una herramienta para buscar a la Felicidad, ¿no es así?
Sea lo que sea, si de verdad quieres solventar tus dudas, ve y búscalo. Y cuando lo hagas, recuerda a Neruda: “en un beso, sabrás todo lo que he callado”.

3 de febrero de 2010

Darlin A.



Por su educación.
Por una vida digna.
Por su sonrisa.


Este catracho es mi ahijado. Ya os contaré más cosas de él.