30 de agosto de 2010

Sólo yo, sólo nosotros



Existes. Sigues existiendo. Muy de vez en cuando tengo un amago de noticia tuya. A veces, incluso, te veo. Pero ya no me duele.
Ya no te busco al despertar después de haberte visto en algún sueño efímero. Ahora ya no soy yo, somos nosotros. Porque ella forma parte de mi vida.

Quizá tú ya no seas la misma. Los de entonces ya hemos muerto, y no reconocemos nuestras sombras.

Ahora mi vida es ella, y sé que soy yo quien le da significado a la suya. El único significado que puede tener sentido. Sé que su fe se basa en mi, sin libros, sin dioses, solo yo, solo nosotros. Para ella no soy un mundano mortal.

Pero de vez en cuanto tengo noticias tuyas. A veces, incluso, te puedo ver. Siempre ocurre de noche, en el medio en que tú y yo sabemos movernos con sigilo. Con los ojos cerrados, cuando se abren todas las puertas. Cada vez son más tenues los recuerdos, pero tu rostro permanece. El tiempo no pasó para el recuerdo de tus ojos.

Entonces despierto y me doy cuenta. Ella está aquí, en el mismo sitio. Donde nos quedamos dormidos entre sábanas y nada más. No se ha ido. Jamás se irá. Porque ella no es un bonito recuerdo volátil. Ella es mi vida, mi verdad. Todo lo que necesito. Lo único que quiero.