Aquel día no lloró. Podía ser el último para ambos, y decidió no hacerlo. Quizás no quería hacerla sufrir, a lo mejor pensaba que así él no sufriría, por eso aquel día no lloró.
Pero aún la recuerda. Aún a veces por las noches desearía retroceder, volverse a levantar y ver que sigue ahí, que podrá verla al amanecer, que irá luego a sentarse junto a ella y que no la va a perder. Es entonces cuando se despierta de verdad, cuando llora en la almohada al comprobar, que lo empapan sus recuerdos en sudor, que persiste un día más aún su dolor.
Llora, ahora sí llora, por la mañana, y aún a veces por las tardes de sol, y recuerda que aquel día no lloró. Aquel día, en la noche de un temprano verano, el día en que en silencio, y sin lágrimas la abandonó. Le dijo adiós. Reprimió las lágrimas, sacó pecho y esperó, y se ahogaron dos palabras en su adiós, dos palabras que aún guarda, para ella, en su corazón. Dos palabras que en las noches, ahora se lo escapan, cuando se acuerda de ella, cuando falta su calor. Pues aún hoy la recuerda, aún recuerda aquel adiós, del día en que no lloró.
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