2 de marzo de 2009

El Paseo de los Tristes


Te perdí. No lo voy a olvidar, por mucho tiempo que haga ya de aquella tarde en la que nos dijimos adiós, aquel día en el que te prometí que volvería a buscarte. Pero nada en este mundo es definitivo, eso pensaba yo. O eso sigo pensando.

Porque tú también perdiste, al pedirme que me fuera. Lloré, lloré como la mujer que Boabdil aparentaba ser… Pero tú, tan bella y deseada como Granada en un atardecer, perdiste al que más te pudo ofrecer. Porque si aquél perdió su reino, la ciudad, su amante, lo perdió a él. El que más la quiso, el que más la querría.

Y Granada, desde entonces, se viste melancólica… ¿Tal vez ese sentimiento ha aflorado alguna vez a tu mirada? En el Paseo de los Tristes corren tus venas y mis penas desde que me despedí de ti, en la calle de un olvido que no me parece tener fin. El tiempo, esta vez, nos falló, y eso que tú decías tenerle fe. Porque en nosotros no hizo mella, la clepsidra en mi cabeza no podrá jamás borrar la huella que grabaste a fuego con palabras que hoy construyen mi poesía, con miradas que hoy por hoy son sólo mías.

Cada beso que me diste con tus ojos, cada gesto que tus labios me decían, cada lágrima que nunca te mostré, y que derramo, todavía. Todas son hoy sólo melancolía… y en todas creo, todavía.




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