23 de octubre de 2007

Jugándonos la vida por Proyectos (primera parte)

Pum!! Aaaaaaah ¿Qué ha sido eso? ¡Mira, una rueda...! -Que no panda el cúnico - dijo el conductor, y tras mucho meditar y dar vueltas como pollo sin cabeza por el autobús, sentenció - ¿Sois todos testigos de que la culpa la ha tenido el otro coche? Bien, en ese caso salgamos a ver si sigue vivo...

Fue el momento más emocionante de nuestro maravilloso viaje a Portugal.

Todo comenzó semanas antes, cuando nuestra señorita Monse nos comunicó que partiríamos un lunes hacia Mourão, pueblo luso fronterizo con Extremadura (esa tierra donde los profesores de autoescuelas se ven obligados a emigrar por falta de trabajo) al que nos dirigiríamos para realizar un magnífico proyecto a los pies de un tétrico castillo medieval. La emoción por hacer esa excursión se palpaba en cada clase de proyectos, pero como todos sabemos el tiempo pasa rápido, y las emociones cambian con él.
Y es que, después de dos semanas de huelgas, que aún parecen no tener fin, después de esos viajes de 12 horas a Madrid, a más de uno comenzaba ya a pesarle el viajito a Portugal.

Ese lunes llegó, y a la hora prevista estábamos todos en la puerta de nuestra preciada escuela. 90 personas, 2 autobuses. Fue aquí cuando cada cual, por diferentes motivos, escogió su propio sino. Aprovecho este momento para pedir perdón a Sandra, Nuria, Belén y Diana. Y he de hacerlo porque ellas cuatro, que me acompañaban, tenían claro que aquél autobús superlimpio, depurado, de un intenso color azul eléctrico y de aspecto tan cuidadado era su favorito. Y se hubieran subido de inmediato si no fuera porque yo, en un arrebato de solidaridad con mi eterno amigo, el calvo de la copistería, decidí subirme en el otro autobús. Ese autobús que nadie miraba, ese viejo cacharro blanco a rayas verdes con los espejos arañados y los asientos comprimidos, ese autocar antidiluviano de angostas escaleras y una descuidada serigrafía que rezaba: "El Torero"

Llegados a este punto tengo que hacer una aclaración: "El Torero", el auténtico Torero, es ese señor don calvo que hace fotocopias justo en frente de la ETSA. Al menos esa es la versión que todo el mundo tiene en su cabeza; pero los que lo conocemos bien sabemos que lo de las fotocopias es solo una tapadera del imperio que ese buen hombre está levantando. En su copisteria podemos desde imprimir archivos de autocad hasta leer revistas de tauromaquia (de ahí el sobrenombre), pasando por sacarnos una foto de carnet o comprar figuritas de Mickey Mouse, en su versión de capote y espada.
Aclarado esto, comprendereis mejor por qué decidí montarme en aquél autobús; lo que nunca llegareis a comprender es por qué me hicisteis caso y no cogísteis el autobús azul...


...esta historia continuará cuando me recupere del trauma



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