8 de diciembre de 2011

Mi zuó en tu frente

Qiero qe m'axogê de nuebo,
qe me dexê zin aire qe reppirá.
Inalá tu reppirazión entreqortá
i, manqe muera, no dexarte d'amá.

Qiero zuá atta l'aurora,
en lâ tardê de berano.
Zentí er doló punzante
de mî muqqulô qanzaô.

Qiero zentí la muerte,
qruzá lô ríô de Adê
i diffrutá der doló.

Bé mi zuó en tu frente
i aqariziá tu pié de xade
mientrâ t'ago e l'amó.


http://www.propuettandaluu.blogspot.com/

19 de noviembre de 2011

Del amarillo al azul

A Max no le convencían las palabras de su amiga. De ser ciertas, ¿por qué pintaron también la puerta de su panadería? ¿Formaba su padre parte de los organizadores del juego? Eso explicaría su silencio cuando le preguntó por aquellos señores con banderas rojas, blancas y negras. No, su padre no podía formar parte del juego, él odiaba los juegos. Quizá las estrellas amarillas eran sólo adornos para las próximas fiestas. Pero podían haberlas pintando en todas las casas – pensó –, o podrían haberlas pintado de colores más variopintos. Pero esos señores entendían poco de arte, eso había quedado claro.

Salif había visto también aquellos símbolos. En su pueblo eran azules, y no estaban mal pintados. Los trazos eran perfectos, y el estampado sobre el blanco impoluto de las banderas los hacía resaltar aún más. Seis puntas perfectamente ejecutadas, todas por igual. La estrella de David, le había dicho su hermano mayor, aunque él no conocía a ningún David, ni en el colegio, ni en todo el campamento.

Lo poco que sabía de aquella estrella, es que no debía acercarse demasiado. En cierto modo, también le parecía un juego. A decir verdad, pasaron muchas tardes calurosas jugando a esconderse junto a las plantas de basura al otro lado del campamento, justo donde el pueblo empezaba a construirse con ladrillos, justo donde las banderas estrelladas solían estar más presentes.

Entre Max y Salif había algunas diferencias. El segundo no cumpliría los diez años hasta bien entrado 2012. Además, era más moreno y no conocía a ningún niño rubio, de los que abundaban en el colegio de Max. Pero también se parecían en algunas cosas. Ambos perdieron a su padre. Al de Salif se lo llevaron los judíos. Al de Max, por ser judío. Los que se llevaron al padre de Salif llevaban aquel símbolo azul en sus chaquetas. Al padre de Max le pintaron el mismo símbolo en la puerta de su panadería, en color amarillo y con trazos menos rectos. A los dos les encantaba jugar. Para los dos, aquella estrella significó el final del juego.

15 de septiembre de 2011

Mi sudor en tu frente


Quiero que me ahogues de nuevo,
que me dejes sin aire que respirar.
Inhalar tu respiración entrecortada
y, aunque muera, no dejarte de amar.

Quiero sudar hasta la aurora,
en las tardes de verano.
Sentir el dolor punzante
de mis músculos cansados.

Quiero sentir la muerte,
cruzar los ríos de Hades
y disfrutar del dolor.

Ver mi sudor en tu frente
y acariciar tu piel de jade
mientras te hago el amor.

31 de julio de 2011

No me asusta regresar, aunque
al amigo Sabina, le oí decir
que no debiera tratar de volver
a aquel lugar que me hizo feliz.

Pero todas mis lágrimas, de hoy,
tienen el mismo significado.
Todas quieren evocar a la ciudad
a la que estoy atado.

Desde mi felicidad, ya solo lloro
para recordar la lluvia,
y volver a la ciudad
del pájaro de oro.

Mañana volveremos. 
Juntos, otra vez, y para siempre.
Liverpool, Inglaterra,
ella, yo y el sol poniente.

27 de junio de 2011

Morir o matar


A veces, en los descansos que le robaba a su abrumadora felicidad, aún sentía nostalgia de aquello que nunca tuvo. Se preguntaba los efectos que tendrían en él las drogas que nunca se atrevió a probar, y quiso saber si habrían podido parar esta vorágine de sentimientos que ahora hacían expulsar violentos borbotones desde su corazón, que hoy latía tan fuerte como aquella triste noche en la que tuvo que crecer de golpe.

Temía que los tormentos no le dieran descanso ni siquiera después de haberse liberado del yugo que aún le sujetaba a su vida de papeles, relojes, ordenadores y prisas.
Dudaba sobre la vida que tendría si, aquel día, ella le hubiera dicho que cruzara el portal. O si mucho después, él le hubiera pedido que dejara todo para huír. Quizás si ella hubiera levantado la cabeza de su sano vaso de refresco...

Pero ahora ya no tenía prisa. Estaba probando la más tentadora de todas las drogas en las que pensó. La más efectiva.
Aunque sabía que tendría irremediables efectos secundarios, no se arrepintió mientras la probaba, mientras disfrutaba cada gramo de pecado, cada sorbo de inmoralidad, cada chute de valentía.

Comprendió que, al final, se trataba simplemente de morir o de matar.
Pero él nunca quiso elegir.
Por eso decidió quedarse con todo. Morir y matar.

Y con una última carcajada, hundió el cuchillo en su pecho.




26 de mayo de 2011

¿Quién me ha robado el mes de abril?


Este año nos han robado el mes de abril,
quien sabe si para siempre,
si ya no nos quedará ni París,
si nos fuimos como golondrinas en diciembre
para no volver jamás.
Para nunca más anidar
en los balcones del recuerdo.

Quizá ya no estés tan mal,
o yo me haya vuelto cuerdo;
Lo que sé es que no echo de menos ya
las tardes que nunca disfrutamos,
ni los viajes que no hemos hecho.

Lo que sé es que se te fue la fuerza
que te hubiera dado la victoria.
Que a ella no pueden someterla 
ni tus ojos, ni mi memoria.

Que si hay algo que me ilusione más
que el simple hecho de amarla
ya sólo ella lo puede guardar.
Que solo ella, ella nada más
podría hacerme ahora llorar.

Que ella tiene la respuesta,
la pregunta, y el final.
Que ya no puedes vencerla.
Ya nadie le puede ganar.

Porque la quiero.




A veces, ya sólo a veces, necesito volver por aquí. Pero por suerte, apenas suele ocurrir.

29 de enero de 2011

Papá cuéntame otra vez

Hoy vuelve a recorrer Europa
el fantasma que quisieron enterrar,
para levantar al pobre,
para que vuelva brillar Bagdad.

La libertad, guiando al mundo
tiene el puño levantado
y con su antorcha da esperanza
en la tierra del tirano.

Podemos arreglarlo, aún no es tarde,
nuestro aliento se quedó en Bolivia,
pero aún se oye su llamada.

Ganemos la guerra de nuestros padres.
Puede que al final de la partida
hicieran algo más que nada.




Sí, hoy estoy reivindicativo. Puede que haya encontrado otro motivo para volver a escribir. Pero no es sólo hora de escribir. Es hora de actuar.