14 de abril de 2009

Despropósitos


Se despertó tarde, aturdido por sus propios sueños. Tanto, que no estaba seguro de si lo había hecho realmente o sólo había ocurrido en un resquicio de su subconsciente. Esas cosas pasan a veces, el cerebro ordena nuestros más ocultos y pasajeros deseos para ponerlos en marcha mientras nuestros músculos descansan.

Esa noche se acostó con ganas de matar a alguien. No sabía muy bien a quién, ni tampoco con qué propósito. Quizá tuviera ganas de destruir algo hermoso, como escuchó decir a Tyler en aquella película, o quizá fuera, simplemente, esa necesidad de desahogo que sentía tras las noches de autocad. 

Daba igual, no había ya de qué preocuparse. Los sueños se nos repiten a veces con tanta frecuencia, que odiamos la incapacidad de nuestra propia memoria para traerlos al presente en cuanto el sol entra por los delgados agujeros de la persiana mal cerrada. Aparecen como fotogramas del cortometraje que vimos hace años, pero apenas hace unas horas, o unos minutos, que nosotros mismos los inventamos en algún lugar de nuestro propio cráneo. 

Recordaba sólo vagas imágenes de cuerpos mutilados, lo impregnaba por instantes un olor a carne chamuscada en una barbacoa de verano, venía a su memoria una sensación de absoluto desasosiego, y justo después una tranquilidad parecida al sentimiento de haber entregado ese proyecto en el que llevas meses trabajando, multiplicado por el placer de un orgasmo caramelizado en estrellas de chocolate helado. El clímax de lo irreal, el éxito sublime.

Sólo unos instantes después, al levantarse de la cama, se dio cuenta de lo que había hecho. Sólo al pisar el charco de sangre aún caliente, comprendió que había cosas más reales que los sueños. Pero para entonces, ya era un asesino. 

Autocomplacido con su propia muerte, la sangre aún brotaba de su herida, y los sueños venían y se iban en una lucha imposible con la propia vida, que contaba ya sus últimos minutos.

1 comentario:

Alisea dijo...

Quizás su sombra no supo entender de sueños y realidades y actuó en consecuencia para con si.
O quizás aprovechó el tirón del despiste para liberarse de su amo, cansada ya de sus tirones de oreja...
(no sé porqué no me deja comentar en cuentos de ratón)