5 de abril de 2009

Vida no hay mucha, tiempo nos sobra


El hombre es el único animal que vive atado a su pasado. Y qué bien sientan las ataduras a veces. Qué bien vienen en ocasiones esos apretones que el pasado te da, esos que te recuerdan un tiempo que no se ha quedado atrás, que sigue dentro de ti, de tu memoria, de tus sueños borrosos, de cada resquicio de tu piel.

Miras a los ojos de la gente y los encuentras más turbios, más borrosos, más cargados de nostalgia por pasajes que echan de menos. Pero no es tan difícil aclarar las pupilas de vez en cuando, basta con volver un ratito al pasado, basta con revivir momentos que casi olvidamos para aclarar de nuevo la brillantez de nuestros ojos, para dibujar las sonrisas adolescentes, para convencernos de que el mundo, incansable en su giro rutinario, no ha cambiado. El pasado está presente, y la nostalgia a veces, construirá nuestro futuro si la dejamos actuar.

Hay que mirar hacia adelante, eso dicen. Pero a veces prefiero tirar de esas cuerdas que me atan al pasado y rescatar los fotogramas que me hicieron feliz. 

Ayer me reencontré con una gran amiga. Y digo ayer porque estos dos días han pasado como uno, serán las consecuencias de no dormir. Ayer volví a convencerme de que hay amistades que son para siempre. Ayer, cuando subió al autobús, entre mi colección de besos de despedida y de inútiles esfuerzos por evitar que se fuera, supe que el tiempo se había parado hace tiempo. Hace mucho tiempo. Exactamente, se paró al conocernos. Y cuando el tiempo se toma la molestia de pararse cuando conoces a alguien, puedes tener la certeza de que jamás se volverá a poner en marcha. Porque hay cosas, que sí son para siempre.




Gracias Ali

No hay comentarios: