27 de marzo de 2008

Hoy no puedo escucharte


Hoy no puedo escucharte. Veo moverse tus labios, un leve ruido turba mi silencio, pero no se qué dices. Critícame si quieres, insúltame, tu voz hoy me es indiferente.

Poco a poco tus sonidos dejaron de ser música para mí. Pero no te lo tomes a mal, me pasa con todo el mundo, menos con ella. No se qué de especial tiene su melodía, pero a ella la puedo oír sin que me hable. No te culples por no ser ella, yo ya he perdonado al mundo.

Hoy no puedo verte. Poco a poco su recuerdo me está haciendo perder los sentidos. Puedo ver tu silueta, tus gestos, veo tu mirada extraña. Pero no puedo mirar a través de tí, a través de tu mirada, pués sólo así se puede ver a las personas.
Definitivamente me he vuelto inútil con el tiempo, o quizás con el olvido. Olvido curioso, por cierto, pues el objetivo era olvidarla a ella, y sin quererlo he olvidado al mundo. Sólo puedo verla a ella, te pido perdón. No culpes tampoco a mis ojos, ellos se esfuerzan en mirarte. Pero no les hago caso. Mi cerebro no puede procesar otra imagen, mi corazón no quiere que lo haga. Y puedo comprenderlo, él tampoco es el culpable, pues hace tiempo vio el sol, y hoy rechaza todas las bombillas, por brillantes y luminosas que sean.
Porque hay cosas que no se pueden mejorar. Soñamos con la perfección, pero ojalá nunca tengas que conocerla, porque en ese momento no querrás saber nada más del resto del mundo. Perderás los sentidos, como estoy haciendo yo.

Puedo tocarte, eso sí, pero no me preguntes qué siento. Mi cuerpo y mi sentido hace tiempo que se distanciaron, que no se llevan bien. Me ves aquí, en frete tuya, esperas mi respuesta. Pero yo no estoy aquí.
Viajo continuamente a un mundo que no puedes imaginar, un mundo vacío de color, inerte de sonidos, insensible, impoluto. No hay nada. Excepto ella, lo único que importa. Y si ella está, no me preocupa lo vacío que pueda estar ese mundo. Por eso viajo tanto. Viajo cuando duermo, cuando me aíslo, viajo cuando recuerdo alguno de aquellos momentos que jamás podré olvidar, viajo despierto... pero siempre regreso.
Un tormento indescriptible, un demonio insensible no me deja quedarme allí, con ella, sin nada más. Y es el mismo demonio que me ha hecho perder los sentidos: el olvido. Pese a que intento negarlo, cuanto más la recuerdo, siento que ella más se olvida de mí.

Quizá algun día pueda oírte, verte, tocarte y sentirte. Espero que ese día puedas perdonarme por lo que te he contado hoy. Pero ese día, temo que sea mi último viaje, y aún no me he despedido de ella.

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