17 de agosto de 2009

El niño y la estrella (2)



Observando una lluvia de estrellas
desde una carretera en mal estado,
frente a las luces de una ciudad milenaria,
he visto caer las más bellas.

Aquellas que con su luz
iluminaron mis ojos grises,
aquellas que un día en el cielo
parecieron ser eternas.

Las he visto caer lentamente.
Cuando su brillo se pierde,
huyendo hacia la negrura infinita,
te das cuenta que a tu lado
también hay luz.
Y tan elegantes como siempre
desaparecen sin dejar de brillar.

No me arrepiento de haber amado su luz,
potente como no vi otra igual.
Pero,
sucede que a veces,
las estrellas también caen.



Comienzo una nueva etapa, mirando aún las estrellas, pero con los pies en tierra. Y a la estrella que desapareció sin perder su brillo, la guardo en mi recuerdo. A ella dediqué el primer deseo.

2 comentarios:

Deprisa dijo...

Cada nueva etapa tiene una luz propia. A ti hasta te las bajaron del cielo.

Rafael Moreno Guerrero dijo...

Y hoy me doy cuenta de esa gran diferencia. Mientras algunas estrellas darían su propia vida por subir al cielo, otras bajaron directamente para darme vida a mi.

Dar amor es hermoso. Que te lo devuelvan es a lo máximo que se puede aspirar.