17 de mayo de 2010

Vale la pena


El sacrificio sólo está justificado cuando lo mueve un sentimiento tan fuerte como el hecho mismo de estar vivo. En otras circunstancias, vale la pena abandonar.

Vale la pena huir, cuando tus piernas son más seguras que la moral de quien tiene un fusil.

Vale la pena dormir, cuando lo único que te espera es un trabajo que no te gusta, un sueldo que no mereces y una vida que no has elegido.

Vale la pena romper a llorar, cuando la sinceridad cuenta más que el valor o la hombría. O cuando ser valiente es precisamente ser capaz de llorar sinceramente.

Vale la pena suspender, cuando el premio que se alcanza te hace más infeliz que lo que poseías antes de emprender el camino.

Vale la pena elegir, cuando no te vez capaz de abarcar todos tus sueños.

Vale la pena morir, cuando la única opción posible, es la supervivencia.

Y sobre todo, vale la pena convencerse de que sobrevivir no es suficiente. Vale la pena VIVIR.


Identidad



Soy un dentista que recomienda chicle con azúcar,
soy el altavoz que te dijo quédate en el sofá.
Soy el virus para el que no tienes cura y pretendo
ser la lluvia que te moje al andar.

Soy un reflejo, un espejismo,
una nube de ceniza volcánica.
Soy el que iba dejando huellas
mientras tú pensabas que me perseguías en secreto.

Soy tu presente.
Soy tu futuro.


11 de mayo de 2010

Miedo en la ciudad (avance)

Dice el Génesis que Dios, enfadado por el pecado original, condenó a nuestro más antiguos progenitores al más terrible de los castigos: los echó del Paraíso. Los arrojó al mundo. Simplemente.
¿Acaso no había concebido el mundo (aunque se precipitara para no trabajar el domingo) como el hogar ideal de sus hijos?
Y así fue, pero Dios conocía muy bien a sus hijos, porque Dios, además de padre, era la madre de todo hombre vivo, con todas sus consecuencias. Sabía a la perfección que a su hijo, no le agradaba tanto como a Él la concepción de ese “mundo perfecto”.
Adán y Eva, pronto se dieron cuenta de que su padre había hecho el mundo en sólo seis días. Y a ellos no les gustaba. Tenían que protegerse de él.

Así nació la arquitectura.

El hombre primitivo se encerró en su cueva para protegerse del mundo. De la lluvia, del viento, de las fieras… Dentro de su cueva, todo estaba controlado. Su familia, su comida, su felicidad.
Entonces, ¿qué ocurre en las ciudades?

El hombre, sintiéndose agobiado en su pequeña cueva, salió al exterior para construir una cabaña. Aprendió a cultivar la tierra y a sentirse dueño del territorio que le rodeaba. Y después fueron más hombres los que se unieron a él, y aprendieron a vivir en familias cada vez más grandes… que se convirtieron en ciudad.
En las ciudades de nuestro tiempo, la complejidad es tan grande que podemos afirmar, que se tratan de grandes mundos construidos sobre un territorio que ya no conocemos, que no nos interesa.
Hemos creado nuestro mundo, como hizo Dios en el principio. Y al igual que le ocurrió a él, hemos visto como a nuestros hijos tampoco les gusta la ciudad que les dejamos.

Cuando la ciudad se hace tan compleja, cuando no somos capaces de controlarla, la cadena trófica metropolitana se convierte en un arma voraz , la ciudad se transforma en un monstruo que se devora cada segundo a sí mismo.

Y tenemos miedo.

10 de mayo de 2010

Y seremos felices


Lo siento por ti y por todas mis musas.
Por ti en especial, porque te dediqué más tiempo.
Pero hoy mi tiempo es para ella.
Porque hoy, le he prometido
que pasaremos la vida juntos.

Y que seremos felices.