29 de enero de 2009

Perderse



La vida es un error detrás de otro,
cúmulo de fallos, nido de erratas
que esta vez, por ti, pagué baratas;
y en medio de los errores: nosotros.

Prisas inventadas, relojes rotos,
querer ser el mejor, meter la pata.
Llamadas telefónicas que casi matan,
semáforos azules y ojos rojos.

Llegar tarde, la desesperación,
saber que el tren tan sólo pasa una vez,
y en números rojos, más de las trece.

Perderse no fue una mala ocasión;
sin errores ni prisas, sólo hay que saber
que los autobuses pasan más de dos veces.

25 de enero de 2009

Anoche soñé contigo

Anoche soñé contigo. Sí, otra vez. Sí, después de todo este tiempo. Mi buena memoria me ha condenado a quererte siempre. Mi mala cabeza me obliga a hacerlo. Mi cuerpo débil no quiere dormir para no recordarte, para que no vuelvas, para no caer de nuevo en mi propia utopía, para no seguir viviendo por una quimera, por un imposible, una ilusión.
¿Y qué puedo hacer? ¿Acaso no he entendido ya que no te voy a olvidar? Te lo he dicho muchas veces, convencido por mi propio ego, y me lo he dicho a mí, resignado. Olvidarte es tan imposible como tenerte. Las dos caras de esa moneda que nunca llegaré a coger, que no alcanzaré jamás a ver, y que probablemente ni siquiera se forjó.
El misterio de tus ojos, la textura de tu pelo, la dulce sonrisa que cada mañana me aseguraba un buen día… Tu voz acaramelada leyendo una poesía, la finura de tus dedos al pasar la página.
Yo también he pasado muchas páginas. Quizás no con tu finura, quizás sin leer todas las poesías que las impregnaban. Pero las he pasado, me he atrevido a pasarlas una a una, siempre hacia adelante. Y he buscado otra brújula, he cambiado mi ruta, he salido a navegar con un barco hecho del papel donde escribí mis propios lamentos, el mismo que llené de lágrimas, el que armé con coraje después. Y sin embargo ningún faro me ha llamado a su puerto. Aquí sigo, perdido en el mar con un barco que nunca supo navegar si no es por las corrientes de tu oscuro río, de tus profundos ojos, de tu prohibida piel.
Anoche soñé contigo y hoy, no me atrevo a dormir. Y si lo vuelvo a hacer, no soportaré tener que despertar.

El cadáver de la poesía

Hoy por casualidad, me encontré con un tocayo que me daba elogios, probablemente inmerecidos, por mis sonetos. Por casualidad, me enteré que era amigo de mi poeta favorita. Por casualidad he leído algunos de sus poemas.
No por casualidad, he decidido publicar uno aquí, porque merece ser compartido. Espero que os guste.


Negros cuervos desgranan los sesos de la dama. 
Sus libros arden como amuletos, la sangre negra mancha 
La escena. La rima difunta se ríe de 
La sangrante. Triturada la poesía, 
Hacen de ella estiércol. La musa 
Empalada  arde, llorosa grita.
Mientras los libros arden. Sangre a borbotones
Muerta la poesía se acabo la belleza.

Sangre, tinta, tinta y sangre, se mezclan.

En ese momento los cuervos destripan y arden 
En un festival atroz.

Sangre, arde. Tinta fría. Llantos de dolor.

Muerta la poesía, allí la rima la humilla.
Sangre en su cadáver es lo que resta.


El cadáver de la poesía. Rafael Núñez Rodríguez

23 de enero de 2009

Incomodidad

Tan sólo un cruce de miradas tensas,
atmósfera de odio caramelizado,
el recuerdo de un error desafinado,
de una amistad perdida que no recuerdas.

Un saludo que, quizá no entiendas
por qué te lo doy, cuando a tu lado
paso, y con tu orgullo encadenado
aceleras el paso, y me dejas, 

virando sobre tus pies de fría nieve
helados por la sangre de tus venas,
pozos secos sin luz, mina sin fondo.

Y todo porque ninguno se atreve
a dar un dedo a torcer, apenas,
a cargar el perdón sobre sus hombros.


20 de enero de 2009

Tiempo y agobios


Demasiadas cosas por hacer. Tantas, que no me ha dado tiempo de escribirlas en la agenda para que no se me olviden. No me preocupa demasiado, quizá no tenga tiempo de olvidar nada. Ni nadie.

Dicen algunos, que el tiempo se puede expandir. Otros, más escepticistas, me dicen que lo pierdo al escribir, o que debo aburrirme bastante para emplearlo en algo que, no desmiento, sólo me produce placer. No pierdo el tiempo. Lo gano. Disfruto el tiempo.

Hay un tiempo para cada cosa y una cosa para cada tiempo. El problema, o el interés, está probablemente en el arte de manejar cada tiempo y cada cosa como las piezas pixeladas de un juego de tetris, cuya partida será más larga y amena cuanto mejor sea su colocación.

Las palabras sueltas de una poesía por escribir, las piezas deformes de un rompecabezas que somos incapaces de resolver, la agonía de una dulce muerte que no llega para paliar las horas muertas mirando las manillas oxidadas de un reloj viejo en la pared de un hospital, las camisas sudadas de tres noches frías de enero en un búnker universitario, las ojeras rencorosas al fondo de una cola de impresión, los manojos de nervios ante la llegada de una nueva vida, o la posibilidad del fin de otra, las lágrimas derramadas tras la línea de meta por un segundón que nunca olvidará las tres centésimas que arruinaron su carrera... El tiempo. Peligroso compañero, poderoso aliado.


11 de enero de 2009

Algo brilllante ha vuelto




- ¿Qué ha sido eso? ¿Es una luciérnaga?
Ilumina mucho más.
- ¿Una estrella quizás?
Tiene mucha más magia.
- ¿Quieres decir que es un hada?
- Mucho mejor. Es ella.
- ¿Ella de nuevo? Debes estar equivocado, no me suena su rostro. 
No es su rostro lo que te ha de sonar. Ha vuelto.
¿Y qué piensas hacer? ¿Crees que puedes alcanzarla o será como la última vez?
Ha vuelto. Es lo que importa.

4 de enero de 2009

Sensaciones


Resquicios de una vida sin sentido,
a ratos olvidada por su dueño
que ha querido ser lo que no ha sido;
Una historia que no ha sido más que un sueño,
el relato de un capricho del destino.
La extraña sensación... de poder haberlo hecho.



1 de enero de 2009

Ódiame







Ódiame, sin medida, sin control,
odia todo lo que tengo para ti;
No te importe lo que yo pueda sentir,
que cuando tu me odias no siento dolor.

Acepta mi cariño y dame rencor,
ódiame como a Abel odió Caín,
ódiame cada noche, ódiame así...
Ódiame, pero nunca digas adiós.

Ahora, con todas tus fuerzas, ódiame
con la sinceridad de un niño al mirar,
que de indiferencias ya me he cansado.

No temas odiar al máximo, atrévete.
Porque el que aprende a odiar, ya sabe amar,
y quiero un corazón ya desatado.